La transición hacia el nuevo año suele ser un momento en nos comprometemos a cambiar algo de nosotros mismos. En estos días de fiesta es fácil que nuestra relación con la comida sea más crítica y conflictiva. Son momentos de “buenos” propósitos como ponernos a “dieta”, perder peso o dejar algo que nos produce sufrimiento.
Sin embargo, hacer dieta no es uno de esos buenos propósitos. No se puede considerar un propósito hábil hacer la guerra a los kilos o llevar a la cárcel a determinados alimentos porque son culpables de nuestro sufrimiento.
Sabemos que las dietas no son una buena manera de atajar los problemas, un camino que supone una restricción de la comida para nuestro cuerpo es una forma de violencia que no suele acabar bien. La experiencia nos dice que las restricciones estimulan el deseo, que las prohibiciones sólo se pueden mantener con un esfuerzo que genera una gran resistencia. Esta resistencia es directamente proporcional a todo el esfuerzo y control que vamos acumulando y llega un momento en que todo ese esfuerzo realizado es de tal magnitud que esa resistencia se convierte en un alud de deseo que nos desborda y nos lleva a comer de forma compulsiva y en mayor cantidad.
La evidencia nos dice que los tratamientos para obesidad que se basan en un plan alimentario restrictivo fracasan a largo plazo, tienen efectos negativos significativos en términos de autoestima y de salud. Y por otra parte, también sabemos que hacer dieta es el predictor más importante de la aparición de un trastorno alimentario. Mientras más temprana sea la edad a la que una persona comienza a hacer dietas, más riesgo tiene de desarrollar un trastorno alimentario.
Por eso es importante enfocar un cambio en nuestra relación con la comida y reorientar nuestra relación con la misma desde una perspectiva de compasión, generosidad y perdón.
Comer mindful es una perspectiva que nos permite acercarnos las dificultades desde la amabilidad, la aceptación y la ausencia de juicio es un cambio radical que nos permite abrirnos a nuevas formas de relacionarse con nuestros problemas, con la comida y con la vida en general.
Comer con atención consciente o comer mindful ha sido descrito por Jan Chozen Bays como “… una experiencia que involucra cuerpo, mente, corazón y espíritu para elegir, preparar y comer los alimentos.” Nos permite ser curiosos al investigar nuestras respuestas a la comida y a nuestras señales internas de hambre y saciedad, y nutrirnos escuchando la sabiduría de nuestro cuerpo. De esta forma, la alimentación con atención plena nos permite hacer elecciones que promueven salud y bienestar.
Desde una perspectiva de comer mindful se abandona la idea de etiquetar los alimentos como “buenos” o “malos”, no se cuentan calorías, no prescriben dietas ni se dice qué se “debería” o “no debería” comer ni se prohíben o restringen alimentos. En su lugar, se cultiva la consciencia de las señales internas de hambre y saciedad y se comienza a redescubrir la sabiduría de nuestro cuerpo.
Cómo crear una práctica diaria de comer mindful
Haz un compromiso y dedica unos minutos cada día para practicar comer consciente. Tal vez puedes comprometerte a tomar un bocado con mindfulness en una comida al día.
Para ello puedes seguir estos pasos:
1. Toma un trozo de un alimento
Es útil comenzar esta práctica consciente de comer con una pequeña cantidad de un tipo de alimento que no sea un alimento disparador del deseo compulsivo (un alimento que no estimula el deseo de comer en exceso.) Por ejemplo, una opción de comida sencilla puede ser una zanahoria , uno o dos uvas o rodajas de plátano. Conforme vayamos practicando la atención podremos elegir los alimentos más difíciles, como por ejemplo una papa fina, una onza de chocolate o galletas.
2. Mira el alimento
Observa la forma, el color o sus matices
3. Toca el alimento
Observa la textura. Cierra los ojos para mirarla con el tacto.
4. Huele el alimento
Aspira su aroma y nota como respondes a la experiencia
5. Observa tus pensamientos y tus emociones
Tal vez surjan pensamientos anticipatorios, «Va a ser muy bueno, con un trozo no será suficiente. Espero que haya más.» O, tal vez surja un sentimiento de decepción,» Es sólo una uva, no tarta de chocolate». Deja que los pensamientos surjan y se desvanezcan.
6. Saborea el alimento
Ponlo en tu lengua. Nota cómo responde tu lengua y las glándulas salivares.
7. Muerde el alimento
No lo tomes de un bocado. Nota la textura y los sonidos al masticar.
8. Mastica el alimento
Al comenzar a masticar, nota la explosión de sabor, la acidez, la dulzura, o cualquier sensación que surja. Observa como el sabor surge y como comienza a desvanecerse, puede haber un fuerte deseo de querer otra pieza, aun cuando todavía estés comiendo éste bocado.
Intenta probar a relajarte. Quédate con lo que en realidad estás experimentando, en lugar de ir en busca de un nuevo chute de sabor.
9. Traga el alimento
Toma un tiempo para observar las sensaciones de como pasa el bocado de tu boca al estómago. Y cómo el alimento comienza a absorverse en el estómago. ¿Cómo responde tu estómago al alimento?
10. Nombra el alimento
Si, dilo en voz baja. Aprécialo y da las gracias.
11. Experimenta el poder de decidir
Al ejercitar comer con mindfulness y experimentar de forma conjunta lo que sentimos en nuestro cuerpo y lo que experimentamos en nuestra mente. Podemos descubrir que tenemos una elección: podemos realmente probar y experimentar lo que estamos comiendo, o podemos comer torpemente y engullir sin apenas conciencia. A medida que somos capaces de sintonizar con nuestra capacidad para degustar, conscientemente reconocer el valor de los alimentos, esta práctica puede ayudarnos a descubrir que hay detrás del deseo.
12. Da un bocado mindful una vez en cada comida
Aprecia tu comida aportando mindfulness con este sencillo ejercicio. Comienza este ejercicio cada comida una y otra vez. Hay mucho por observar, sabores que experimentar, un continuo viaje lleno de ahoras.