¿Cómo manejar el hambre emocional? Respira, Explora, Decide
Hay ocasiones en que tenemos un deseo imperioso de comer. El deseo puede ser tan impulsivo que nos puede hacer llegar a comer casi sin pensar y de forma automática a comer. Parece ser que la base que sostiene este acto de comer compulsivo está en el cerebro, en concreto en el hipotálamo, que es la glándula que recibe información sobre el estado de reservas energéticas y activa la sensación de hambre cuando éstas disminuyen, encargándose además, de recibir las señales de saciedad que envía el estómago para enviar orden a su vez de dejar de ingerir más alimentos.
Es también en el hipotálamo donde se recibe otra información, como las relacionadas con las emociones, la voluntad, la afectividad o la memoria, y que son interpretadas y reevaluadas para emitir una respuesta. Cuando el sistema hormonal se desajusta, es posible emitir señales de saciedad ante el estrés (la impresión de “se me ha cerrado el estómago y he perdido el apetito”), o por el contrario, emitir señales de sensación de hambre, provocando que el individuo reaccione ingiriendo más cantidad, en especial, de alimentos calóricos.
Este tipo de hambre es el hambre emocional y se caracteriza por su aparición súbita, nos suele llevar a ingerir determinados alimentos que son reconfortantes , normalmente cereales o dulces —curiosamente estos son los alimentos que se introducen en la primera infancia, y se asocian al cariño que recibiamos de nuestra madre o padre cuando nos alimentaban o nos recompensaban—, y además en este tipo de hambre cuando se satisface comemos más cantidad de lo habitual, te encuentras incómodamente lleno, y puede producirnos incluso una sensación de culpa.
Cómo podemos manejar este tipo de hambre emocional
Desde una perspectiva de mindfulness y compasión podemos traer nuestra atención al momento presente y en primer lugar reconectar con lo que está sucediendo. Para ello respirar es nuestra mejor opción. Conectar con nuestro cuerpo y con las sensaciones que emergen en el momento.
Lo siguiente que podemos hacer es preguntarnos ¿Que tipo de hambre tengo? ¿Es un hambre física o emocional? Al observar estas preguntas podemos ser conscientes de si hay un hambre mental, un hambre emocional o los diferentes tipos de hambre que identifica Jan Chozen Bays. Al observar lo que está sucediendo podemos identifcar cuál es nuestra necesidad. ¿Es una necesidad física? Nuestro cuerpo nos dice que necesita comer de un tipo de alimento, nuestro estómago se encuentra vacío y reclama alimento. ¿O se trata de una necesidad emocional? Hemos tenido aguna situación difícil, estamos aburridos, estamos contentos.
El tercer punto es el que quizas nos cuesta más porque el dialogo de voces y hambres puede ser ensordecedor y contradictorio, y es aquí donde podemos decidir con compasión y amabilidad. Al decidir respondemos a la situación, no reaccionamos de forma compulsiva y sin consciencia. Al aplicar la compasión podemos ver que si lo que nos sucede es que hemos tenido un día difícil, una discusión o estamos cansados podemos satisfacer esa neccesidad hablando con una persona amiga, ofreciéndonos descanso o cuidados. Pero tal vez después de valorarlo vemos que realmente tenemos hambre emocional y que realmente necesitamos reconfortarnos con ese dulce que nuestra madre nos preparaba cuando estabamos enfermos o tristes. Si es así, aqui la compasión desempeña un papel fundamental, sin juicio, con amabilidad y cariño podemos comer con atención consciente, sin recriminarnos y disfrutando de cada bocado, cada textura, cada sabor y cada recuerdo que nos trae ese alimento. Si comemos de forma consciente podremos evitar el ciclo de culpa, ansiedad y tensión que nos lleva a comer impulsivamente.
Tal vez la próxima vez que tengas hambre puedes tener un RED que te ayude a no caer en comer compulsivamente Respirar, Explorar que tipo de hambre tienes, Decidir con auto-compasión y si decides comer, hacerlo con atención consciente. Aquí tienes un modo en que puedes practicar mindful eating o comer mindful.
Recuerda que está bien comer emocionalmente. La comida definitivamente puede ser una herramienta de afrontamiento. Pero para utilizar los alimentos como una herramienta eficaz de afrontamiento, queremos usarlos de una manera que realmente nos ayude a sentirnos mejor. Si lo usamos con demasiada frecuencia, no suele ser una buena estrategia de afrontar el estrés.