En estos días de principios de año nos planteamos nuevos propósitos, cosas que queremos cambiar. En esta época del año junto a la primavera con la «operación bikini» son dos momentos en los que pensamos que quizás es momento de ponerse a dieta.
Si estás pensando ponerte a dieta deberías de saber que las dietas no son muy efectivas. En un 95% de los casos, si consigues bajar beso, después de haber realizado este esfuerzo, esta guerra a los kilos, es muy probable que aumentes lo que perdiste y añadas una media de 3 kg más a la balanza según distintas publicaciones científicas*.
Esta situación no es de estrañar porque cuando nos ponemos a dieta damos el mensaje a nuestro cuerpo, programado genéticamente para la escasez, que estamos en tiempo de escasez y nos tenemos que poner en modo ahorro. Esto supone que nuestro cuerpo comenzará a economizar para gastar menos energía. Las restricciones a las que sometemos a nuestro cuerpo nos hacen que perdamos peso, pero cuando abandonamos la dieta, nuestro cuerpo recibe el mensaje de que hay abundancia de nuevo, y es el momento de acumular y acumular para cuando vuelvan nuevas épocas de escasez.
Sabemos que el hambre es algo que tiene que ver con la nutrición del cuerpo, pero también con la nutrición del corazón, y muchas veces al ponernos a dieta, nos quitamos todos esos alimentos que asociamos en determinados momentos de nuestra historia vital con el cariño y la nutrición amorosa. Las prohibiciones enaltecen el deseo, y cuando esas prohibiciones cesan tendemos a abusar de aquello que anhelábamos. Cuando nos ponemos a dieta nos privamos de esas galletas que nos hacía amorosamente nuestra madre o nuestra abuela, de aquel postre que nos daban cuando estabamos enfermos o de aquel plato que con tanto cariño disfrutabamos en las celebraciones familiares. Cuando dejamos la dieta, el deseo por este tipo de alimentos podría ser tan grande, que cuando los volvamos a comer, lo hagamos en exceso y de una forma inconsciente. De esta forma esta guerra a los kg, una forma de violencia y negación de las necesidades nutricias de nuestro ser, suele estar abocada al fracaso. El Buda decía que el odio solo se extingue con amor no con odio. En el caso de los problemas de peso nos sucederá lo mismo, sólo el amor, la conciencia, la generosidad y la compasión nos podrá llevar a superar los problemas que tenemos con el peso.
Una forma de relacionarnos amorosamente con los problemas de peso es con amor. En el budismo el amor incodicional, metta, se trata de una emoción positiva. Esta sociedad tan teñida de sensiblería cuando habla del amor suele evocar el amor romántico como ejemplo; pero este amor, es un amor condicionado: te quiero si me quieres, si no me quieres, te ignoro o incluso, te odio. Hay también otro tipo de amor, que es un amor incodicional que emerge desde lo más profundo del ser humano. En la tradición se da el ejemplo del amor profundamente incodicional que brota en una madre o un padre hacia el hijo; independientemente de las acciones de ese hijo o hija, sea torpe o hábil, haga mejor o peor las cosas, normalmente hay una base amorosa incondicional. Este es el tipo de amor incondicional, metta, que podemos cultivar hacia nosotros mismos y hacia nuestra relación con la comida.
Desafortunadamente mucha gente siente que necesita renunciar, condenar o hacer la guerra a ciertos alimentos para lograr un mayor bienestar. Y es muy frecuente que cada vez hagamos más y más listas de alimentos que eliminar para conseguir longevidad, felicidad, éxito y el reconocimiento de todos los de tu alrededor. En realidad no es necesario renunciar a estas cosas para ser feliz y saludable.
El primer paso para poder entablar un relación amorosa con la comida es conocer cómo es esa relación con la comida, cómo nuestra relación con la comida es una causa de nuestro sufrimiento. La mejor manera para iniciarse en este camino es mediante el cultivo de la atención, desarrollando mindfulness al comer, y estableciendo una relación amorosa con nuestra dificultad con la comida y lo que nos produce malestar, incomodidad y sufrimiento.
Antes comentaba que cuando nos ponemos a dieta dejamos de nutrir nuestro corazón al dejar de tomar determinados alimentos. En realidad, cuando comenzamos a cultivar atención consciente en la comida, podemos comenzar a desgranar los tipos de hambre que tenemos y todos aquellos ingredientes con los que sazonamos nuestra comida y que no son especias, alimentos o vitaminas. Podemos ser conscientes de los recuerdos, el amor, la tristeza o la alegría que nos evocan esos alimentos. Muchas veces comemos galletas no porque necesitemos azúcar, harina o sésamo, sino porque necesitamos el cariño y el amor con los que los preparaba nuestra madre. Al cultivar consciencia en nuestra forma de comer, podemos ver todos esos ingredientes y cultivar un espacio para la elección y decidir si realmente queremos o no queremos comerlo, sin juicio, sin recriminación, sin prohibiciones y con amabilidad.
Nuestra relación con la comida puede ser muy tortuosa y puede generar nos sufrimiento, culpabilidad y mucha auto-crítica y la mejor manera de acercarnos a esos problemas es con compasión. La compasión es uno de los nutrientes esenciales para el corazón. La compasión es tan esencial para el espíritu como el agua y la comida lo son para el cuerpo.
Hay dos aspectos en la compasión. La primera es la capacidad de sentir el dolor y el sufrimiento sin miedo, con el corazón abierto; la otra es una cualidad de la sabiduría que ve este dolor y el sufrimiento como una parte natural de la vida.
Ambos aspectos de la compasión ayudan a aliviar el dolor y el sufrimiento, ese dolor y sufrimiento que se manifiesta con un aumento de peso en la báscula, pero que también supone un gran peso emocional. Todos tenemos nuestros secretos, tristezas y algo que nos produce sufrimiento. Metafóricamente hablando, el dolor y el sufrimiento emocional, sin atención consciente, suele ser muy difícil de tragar.La sabiduría de la compasión nos puede hacer ver que el sufrimiento es parte de la vida, al igual que el hambre es parte de apetito. No siempre podemos estar llenos y satisfechos. Cuando aceptamos el sufrimiento y el hambre, podemos dejarlo ir. Y a través de la compasión surge un nivel diferente de plenitud. Podemos practicar la autocompasión y el perdón, aunque este último aspecto es tema de otro post.
De momento, ahora que se inicia el año tal vez es el momento de dejar atrás. Dejar atrás la violencia y la guerra a los alimentos con las dietas. Dejar atrás la lucha contra la comida. Dejar atrás la culpabilidad y el victimismo. Dejar atrás la auto-crítica feroz y despiadada por lo que comemos o por cómo es la forma de nuestro cuerpo. Lo que comemos, la forma de nuestro cuerpo no determina nuestro valor como persona. Dejar atrás el auto-rechazo y la restricción.
Tal vez es el momento de un nuevo verdadero propósito. Dejar de hacer la guerra a la comida y relacionarnos con amor y consciencia con ella, y con compasión hacia nosotros con todas nuestras dificultades.
* Mann, T; Tomiyama, A.J; Westling, E; Lew, A.M; Samuels, B y Chatman, J. (2007). Medicare’s search for effective obesity treatments: diets are not the answer. American Psychologist 2007: 62:220-233.
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Lowe, M.R.(2015).Dieting: proxy or cause of future weight gain? Obes Rev. Feb;16 Suppl 1:19-24. doi: 10.1111/obr.12252